jueves, 26 de julio de 2007

La blancura de la ballena.
Capítulo 41 (XLI)

Sé que la comprensión corriente no confiesa que este fenómeno de la blancura sea el principal factor para exagerar el terror de los objetos que ya son terribles de otro modo; y para la mente sin imaginación no hay nada de terror en esas visiones cuyo carácter terrorífico para otra mente consiste casi solamente en ese único fenómeno, sobre todo cuando se muestran bajo alguna forma que en cierto modo se aproxime a la mudez o a la universalidad. Lo que quiero decir con estas dos afirmaciones quizá sea aclarará con los siguientes ejemplos.

El marinero, cuando se acerca a las costas de países extranjeros, si oye de noche rugido de rompientes, se precipita a la vigilancia, y siente sólo la agitación suficiente para aguzarle todas sus facultades; pero en circunstancias exactamente semejantes, hacedle llamar de su hamaca para que observe su barco navegando a medianoche a través de un mar de blancura láctea, como si desde los promontorios cercanos vinieran manadas de peinados osos blancos a nadar a su alrededor: entonces sentirá un terror silencioso y supersticioso: el fantasma con sudario de las aguas blanqueadas es para él tan horrible como un espectro auténtico; en vano el plomo le asegurará que todavía está lejos de los bajos; se le caerán a la vez el corazón y la caña del timón, y no descansará hasta que debajo de él vuelva a ver agua azul...

2 comentarios:

lunokjod dijo...

Recuerdas que te dije que tus posts eran demasiado esotéricos?

Anónimo dijo...

Pues están bonitos, mira tu :)

 
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